Este recado es para usted, sí para usted que siempre ha estado al pendiente de mí, de nuestra familia. Este recado es para usted que siempre está al pendiente de no faltar en mandarnos sus bendiciones. Estas letras son para usted que religiosamente nos ha dicho cuánto le importa lo que sigue sucediendo de este lado.
Sí, para usted que sin importar el día, la hora, la fecha festiva siempre está bendiciéndonos o enviando sus buenos deseos, sus plegarias, sus oraciones, aún en el silencio, aun cuando no presione ninguna tecla de su ordenador o de su teléfono, e incluso –todavía más–, aun sin conocernos, pero que se conmueve con la pena ajena. Para usted estas palabras, y en verdad valoro tanto que usted esté.
Hay días que siento traicionar su bondad, su generosidad, su gentileza, como hoy. Y hasta pienso que no merezco sus preocupaciones ni su tiempo. Confieso que justo hoy he dicho todas las groserías que en toda mi vida nunca había enunciado. Y hoy las dije juntas, me salieron como una oración pero de malas palabras. Como esa letanía que algunas veces me ha escuchado decir pero estas eran de blasfemias; altisonantes, soeces, burdas, ordinarias, léperas, groseras, salieron de mí con la naturalidad de alguien “que no tiene educación” –dicen mis paisanos–, imagínese lo grave de mi vocabulario que alguien dijo: “nunca te había escuchado hablar así”.
Siento mucho hacerle perder el tiempo siguiendo estas líneas sin sentido, no sé siquiera como terminar este recadito, aun cuando no me duele nada físicamente, aun cuando “estoy bien”, quizás en este momento de mi vida estoy reconsiderando si sonreír como siempre, o de plano mejor no salir para no lastimar más.
Hasta estoy considerando que es verdad cuando mis “compañeros de trabajo” me dijeron: “no debes venir más porque tu sola presencia es muy incómoda para todos”, “nadie se siente a gusto cuando tú llegas”.
¡Ya no siga leyendo por favor! Abandono este recado como si lo pusiera dentro de una botella a la suerte de las olas del mar para que nunca sea encontrado, que la botella se estrelle con los residuos de la basura y el recado se desintegre con la sal del mar, para que nadie pueda leerlo, para que nadie pueda encontrarme y siga aquí perdido en esta isla desierta, ¡por favor no siga leyendo!, ya que de continuar leyendo yo seguiré escribiendo, y a mi ego alguien tiene que detenerlo, alguien tiene que decirle: ¡basta! Por todo esto quisiera pedirle una disculpa pero mi ego no me deja, quisiera pedirle perdón pero tampoco me deja, pero sí puedo decirle que asumo las consecuencias de mi irresponsable proceder. Bruno, yo sé que quisieras abrazar a mamá, y yo que puedo hacerlo solo soy capaz de infringir dolor. ¿Vez como ni siquiera soy capaz de llorar en este estado?
¿Dónde está Bruno?
Gracias por compartir su dolor, de eso también está hecha la vida. Un abrazo
ResponderBorrarGracias por estas palabras que calan hondo, Lukas. Usted le ha dado voz, cuerpo y movimiento a la lucha de muchas personas en Latinoamérica.
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